Y continuamos con varias anécdotas técnicas de la segunda parte. ¡Ahí van!:
– El cuadro de Vigo está poseído por el espíritu del tirano, que usa a Janosz para encontrar a un bebé en el que poder reencarnarse. “Para el malo queríamos a alguien que hubiera vivido antes, un fantasma de verdad que encarnara el mal”, recuerda Aykroyd. Mientras tanto, Stantz, Spengler y Venkman se hacen pasar por obreros y cavan un agujero en la calle para estudiar los mocos del subsuelo. El color de los mocos no quedó claro hasta el último momento. Después de que Muren probara con el azul o el verde, Reitman optó por un rosa chillón para que destacara sobre los fondos. El equipo de producción creó una nueva fórmula pegajosa y fueron necesarias cuatro mezcladoras de cemento para generar la suficiente sustancia como para llenar un tanque entero. Durante el rodaje de la escena, la mezcla salía de un tanque suspendido en el aire y se deslizaba hasta otro tanque al final del recorrido, desde donde volvía al primer tanque. Así se simuló el río de mocos en el que Ray toma una muestra. Cuando los mocos se vuelven hostiles, Ray huye hacia arriba, con tan mala suerte que golpea un conducto y deja sin luz a media ciudad.
– El diseñador Tim Lawrence y otro compañero, Jim Fye, interpretarían a Nunzio y Tony Scoleri, enfundados en trajes de látex y máscaras animatrónicas. En un principio iban a correr por el set del judgado soltando exclamaciones italoamericanas, pero más tarde se decidió que sólo volarían por encima de los asistentes. Para conseguir el efecto, se les grabó sobre un fondo azul, columpiándose por el aire mediante unos arneses, mientras los técnicos controlaban los gestos faciales. Fue duro, tuvieron que pasarse horas colgados dentro de aquellos trajes enormes (sobre todo el gordo Nunzio, 36 kilos de muñeco) pero el resultado fue mucho mejor que si se hubieran animado marionetas con stop motion.
– Después del incidente en el juicio, la empresa vuelve a funcionar a pleno rendimiento, pero queda la cuestión de los mocos rosas, según Egon, “una sustancia psico-reactiva que reacciona a las emociones”. Para demostrarlo, ponen a bailar a una tostadora al rimo del maestro del Rhythm and blues Jackie Wilson. Para conseguir esto, Chuck Gaspar y su equipo de efectos especiales introdujeron diminutos cilindros de aire comprimido en distintas partes del electrodoméstico, conectados a un mando a través del falso cable de la tostadora. A la señal, el equipo activaba los cilindros, que la hacían saltar sobre la mesa de billar. Bill Murray se lo pasó en grande, no dejó de cantar y bailar durante toda la escena.
– Los mocos (la manifestación física de la mala leche de los neoyorkinos) son tan peligrosos que intentan comerse a Óscar cuando su madre iba a darle un inocente baño. Al principio, la escena iba a ser más espectacular.
La bañera se convertiría en un monstruo con docenas de ojos en forma de pompas de jabón. Dana se asustaría y lanzaría un secador de pelo al monstruo-bañera, cuya electricidad dispersaría los ojos-pompa. En la escena final, salen los mocos del grifo y atacan a Dana como una masa rosa, haciéndola huir. La bañera estaba hecha de silicona blanca para que pareciera porcelana, pero se pudiera doblar. Y la criatura, de gel dieléctrico (el mismo que se usa en implantes mamarios) reforzado con spandex. De esta manera, el moco se podía manejar como si fuera una marioneta y combar hacia dentro como una boca gigante, haciendo huir a Dana y Óscar al apartamento de Peter.
– Después de intentar razonar con el alcalde, Hardemeyer se encarga de encerrar a todo el equipo en un manicomio, mientras una versión fantasmal de Janosz secuestra al hijo de Dana. Es una escena llamativa para la que Peter MacNicol se pasó una sesión de rodaje entera disfrazado de niñera mientras le grababan frente a un croma azul. Para el efecto del brazo estirado que atrapa al bebé se usó un tubo cubierto con el disfraz que bajaba por un palo del mismo azul del fondo (en la composición desaparecería). Dana está dispuesta a todo con tal recuperarlo y por eso entra en el museo segundos antes de que la masa de mocos recubra todo el edificio, convirtiéndose en un muro impenetrable.
– En medio del caos, el alcalde Lenny despide a Hardemeyer y libera a los cazafantasmas para que se hagan cargo del desastre originado en el museo. Ray, Egon, Peter y Winston intentan averiguar cómo traspasar la superficie de mocos sin éxito, arropados por los cientos de extras que se agolparon a las puertas. El equipo de producción solicitó 300 personas, pero aparecieron entre 2000 y 3000, deseosos de salir en Los Cazafantasmas II aunque hubiera que rodar a las cinco de la mañana. Aprovecharon para tomar unos buenos planos generales, pero aquella masa era difícil de controlar. Los neoyorquinos se apiñaban incluso encima de los coches aparcados en la zona y muchos entorpecían el trabajo paseando entre el equipo o por delante de la cámara. Llegó un momento en que era muy difícil trabajar y fue necesario colocar vallas para mantener a los extras alejados de los profesionales del rodaje. No se lo tomaron a mal, porque entre toma y toma disfrutaron de un improvisado show de Bill Murray, que los mantuvo entretenidos.
– En las escenas en las que se ve a la Estatua de la Libertad caminando por las calles de Nueva York usaron al especialista Jim Fye disfrazado, con la cara cubierta por una máscara. Fye caminaba sobre una miniatura de la ciudad rodeada de un fondo pintado para darle profundidad y realismo. Después se añadieron los diminutos extras en postproducción (la misma técnica que se usó con Stay Puft Marshmallow Man), un trabajo arduo y complicado de rotoscopia que funcionó a la perfección. Fue la secuencia más complicada a nivel técnico, pero quedó espectacular.
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